CHRISTINA Y LOS SUBTERRANEOS
Tras su paso por Alex & Christina, grupo que según la propia cantante nunca terminó de sentir demasiado propio, Rosenvinge, ya gozando de cierta reputación mediática gracias a ese chas! al que siempre estará unida, se embarca en un nuevo proyecto: Christina y los Subterraneos, con ella como líder y donde se hará acompañar por una serie de músicos, que en un primer momento fueron Pancho Varona, Antonio García de Diego, Juan Luis Jiménez, Alejo Stivel, Jaime Asua, Jose Nodar, Oscar Quesada y Begoña Larraña, supondría la cara más canalla y callejera de Christina.
Vestida así su fragilidad de tachuela y cuero, la banda consigue un contrato, entrando en el estudio Quarzo durante los meses de septiembre y octubre de principios de los 90. Allí Christina, dueña ya de sus riendas, se ocupará de la voz y la composición. Ayudándose para las letras con la colaboración de Pancho Varona, Antonio de Diego y Ray Loriga, la producción correría a cargo del grupo y Steve Chase.
Su primer trabajo llegaría en 1991 con el nombre de “Qué me Parta un Rayo” (WEA, 1991). Conteniendo algunos de los éxitos del rock español de aquel momento, que ya había dado carpetazo a los ritmos y la actitud de La Movida Madrileña, Christina abriga las guitarras de corte rock y da vida a canciones como “Mil pedazos”, “Voy en un coche”, o "Pulgas en el corazón", auténticos hits de una generación. El grupo se asienta en cierto prestigio, logrado por la venta de singles y álbum durante los siguientes años, venta que se ampliará con la conquista del mercado latino con la salida de ediciones en Chile, Perú, México y Colombia.
Prueba de su éxito en el continente americano será su invitación en 1994 al Festival chileno Viña del Mar, momento para el cual los subterráneos han cambiado y se componen de: Tito Davila (ex-Enanitos Verdes) en los teclados, David Gwin -quien la acompañó hasta la época de “Flores Raras” (WEA, 1998)- en la guitarra, Elsa Fernández en el bajo y Sergio Castillo en la batería. Allí, Christina se hará con la Antorcha de Plata.
Pero la vida del grupo, a pesar de los triunfos, no durará demasiado, y en 1994 Christina y Los Subterráneos publicarán el que será su segundo y último trabajo: un sensual disco de sugerente nombre, “Mi Pequeño Animal” (WEA, 1994) que contaría con la colaboración de Calamaro en “Al fin sola al fin loca”.
El disco, con un viraje hacía los sonidos armónicos, no conseguiría la misma recepción que el anterior, a pesar de ser visto por la propia Christina como su momento de rockera de verdad, algo que años más tarde sería desmentido con la declaración de que su fragilidad inherente nunca le permitió ser aquella cantante de rock que pretendía.
Vestida así su fragilidad de tachuela y cuero, la banda consigue un contrato, entrando en el estudio Quarzo durante los meses de septiembre y octubre de principios de los 90. Allí Christina, dueña ya de sus riendas, se ocupará de la voz y la composición. Ayudándose para las letras con la colaboración de Pancho Varona, Antonio de Diego y Ray Loriga, la producción correría a cargo del grupo y Steve Chase.
Su primer trabajo llegaría en 1991 con el nombre de “Qué me Parta un Rayo” (WEA, 1991). Conteniendo algunos de los éxitos del rock español de aquel momento, que ya había dado carpetazo a los ritmos y la actitud de La Movida Madrileña, Christina abriga las guitarras de corte rock y da vida a canciones como “Mil pedazos”, “Voy en un coche”, o "Pulgas en el corazón", auténticos hits de una generación. El grupo se asienta en cierto prestigio, logrado por la venta de singles y álbum durante los siguientes años, venta que se ampliará con la conquista del mercado latino con la salida de ediciones en Chile, Perú, México y Colombia.
Prueba de su éxito en el continente americano será su invitación en 1994 al Festival chileno Viña del Mar, momento para el cual los subterráneos han cambiado y se componen de: Tito Davila (ex-Enanitos Verdes) en los teclados, David Gwin -quien la acompañó hasta la época de “Flores Raras” (WEA, 1998)- en la guitarra, Elsa Fernández en el bajo y Sergio Castillo en la batería. Allí, Christina se hará con la Antorcha de Plata.
Pero la vida del grupo, a pesar de los triunfos, no durará demasiado, y en 1994 Christina y Los Subterráneos publicarán el que será su segundo y último trabajo: un sensual disco de sugerente nombre, “Mi Pequeño Animal” (WEA, 1994) que contaría con la colaboración de Calamaro en “Al fin sola al fin loca”.
El disco, con un viraje hacía los sonidos armónicos, no conseguiría la misma recepción que el anterior, a pesar de ser visto por la propia Christina como su momento de rockera de verdad, algo que años más tarde sería desmentido con la declaración de que su fragilidad inherente nunca le permitió ser aquella cantante de rock que pretendía.
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